Una flor al final del túnel



        ¿Es que uno puede cambiar de carrera a los cincuentaypocos? Por Dios, eso es para los estudiantes, “cuando eres adolescente y no sabes lo que quieres en la vida…” Pues no sé. Dicen que es de sabios cambiar de opinión. También he escuchado que, a más viejo, uno es más sabio, entonces prefiero quedarme con el segundo axioma que con el de adolescente desubicado que no sabe si lo que quiere es influido por los demás o es una elección personal.

        ¿De qué va todo este rollo?  Cuando me salí de Bimbo, Laura, una alta ejecutiva independiente, muy generosa, que apenas conocía, me regaló un librazo: Working Identity, de Herminia Ibarra. Gracias a ese libro entendí que la carrera sí se puede cambiar a los 20, 30, 40 o 70 (como el Coronel Sanders) sin el menor remordimiento de conciencia.

        Desde hace tres años he probado independizarme con mi propia empresa de consultoría, Tribu, con el negocio de natación en aguas abiertas, Swimfinity, con un intento por vender galletas, con piñatas de cartón, con escribir cartas para terceros y hasta con el intento de mi primera novela.  Todo está muy bien, porque todo me ayuda a construir el presente. Del bonche de cositas que he andado picando he aprendido y me he dado con pared más de una vez. En diciembre hicimos la marca Canela Jengibre, una marca que me hizo muy feliz desde el concepto. Luego de poner árboles de Navidad y entrarle a las decoraciones de temporada, estoy por probar algo nuevo… en el ínterin, he visto una flor al final del túnel.



        No sé si de aquí en adelante seguiré probando negocios y abriendo marcas hasta que una embone perfectamente con alguno de los cantos de mi corazón. Lo que sí sé es que en el camino, voy descubriendo, construyendo, aprendiendo, llorando, cantando, riendo, sorprendiéndome de mi misma y de mis capacidades. Veo que la automotivación y la confianza en la que sigo trabajando todos los días nunca es una labor terminada. Todos los días necesito que yo misma o un podcast, o un libro, o mi hermana o un amigo me dé un empujoncito para seguir creyendo. Me siento feliz y agradecida por tener gente y recursos a la mano para eso. Me siento agradecida por poder experimentar desde la abundancia, porque nada me falta. Me siento joven cuando descubro y aprendo, rebasada por la tecnología más de una vez, y un poco chamqueada cuando alguien se pasa de listo o lista.

        Pero esa es la vida, ¿no? Dicen que es el camino, no el destino.  En la profesión, supongo que es lo mismo, es el camino a la profesión ideal lo que hay que vivir. Quizá no llegue a tener mi café con flores y libros o mi casa de campo, quizá sí. Mientras en la mira siga esa flor al final del túnel, seguiré andando.

        Notas del alma
        En mi camino de flores me acompaña una amiga del pasado… del presente, porque hoy nos reencontramos. Ale Solana, de Floral School México, ahora mi maestra y guía. No puedo ir mejor amparada.

Comentarios

  1. Yo si quiero mi vasita de campo y mi panadería con venta de café y artesanías, felicidades escribes muy bonito

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Y así será Blanquita! porque haces unos panes maravillosos. Ya tendremos que platicar. Un beso. Gracias por estar.

      Borrar
  2. Yo si quiero mi vasita de campo y mi panadería con venta de café y artesanías, felicidades escribes muy bonito

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Mi encuentro con el virus (Parte 2)

Los cambios AC-DC

Un sueño: estampa de vida