La lluvia

 

 

        Se me había olvidado qué delicia es caminar bajo la lluvia, sin prisa alguna, sin miedo a mojarte los zapatos o a arruinarte el peinado; sin preocuparte por que se corra el maquillaje o se eche a perder la bolsa que estás usando, simplemente caminar y sentir.

 

        En la alocada tómbola del 2020, el lunes tocó lluvia preveraniega. Rayos y centellas nos despertaron desde las cinco de la mañana para decirnos que sería imprudente cualquier intento de salir de la casa temprano. Como la prudencia no es exactamente una de mis virtudes, me preparé para ir al Parque Gandhi a hacer mi rutina. Como es normal, mis amigos cancelaron, pero yo ya estaba lista para salir. A pesar del centellar, no sentí que estuviera fuerte el agua, así que me envalentoné y fui.

 

        Allá me alcanzó mi coach Sergio , otro ser cabezadura de quien he aprendido a ser valiente y aguerrida. Entrenamos una hora bajo una lluviecita que después se convirtió en aguacero real. Como ambos llevábamos ropa impermeable, no nos íbamos a rajar, así que no nos fuimos hasta que terminamos la rutina.

 

        La lluvia es uno de mis no muchos recuerdos de una infancia feliz: salir a la calle durante o después de un buen aguacero a jugar a los charcos con las bicicletas para hacer olitas y mojarnos los pies con agua encharcada, subir y bajar banquetas, escuchar el siseo que produce el hule de las llantas con la fricción del agua mientras soltamos carcajadas de felicidad, es una de esas dulces imágenes que guardo en el corazón.

 

        Luego crecemos y nos empiezan a preocupar otras banalidades que tienen que ver con la apariencia y con los consabidos regaños de una madre preocupada por la salud. Pasan años y te alejas del goce de las gotas de lluvia por miedo a las gripas y las incomodidades de las prendas mojadas. Pero yo tuve la fortuna de conocer a mi querida amiga Oli, que me invitó un día a entrenar con su equipo de triatlón. Y ahí tuve la alegría de conocer a Sergio, un verdadero señor cambiavidas.

 

        

Entrenando bajo la lluvia con Sergio Sánchez Piña, 
mi coach desde hace más de 11 años.

        La segunda vez que vi a Sergio, fuimos al Parque de los Dínamos.  Un día antes había llovido mucho y en ese segundo entrenamiento, Sergio nos mandó a tres novatas a trotar por una vereda, pero nos equivocamos y se nos acabó el camino. El sendero que teníamos que seguir estaba del otro lado del río. Cuando él nos vio, nos dijo como si nada: “pues crúcenlo”. Las tres nos volteamos a ver con cara de “¿te cae?, ¿y mojar los tenis?” Pues sí.

 

        Cruzamos el río y no solo nos mojamos, seguimos corriendo y nos enlodamos. Sentí una grata vuelta a la niñez, porque ya con el lodo en los tobillos, ¡qué más da que llegue hasta a las rodillas!

 

        Después de ese día, hemos corrido, pedaleado, nadado, entrenado muchas veces bajo la lluvia y no siempre es cómodo ni ideal, pero me da esa sensación de hacer una pequeña travesura.

        Es una delicia sentir el agua chocando contra los ojos sin pelear con ella; caminar y pisar los charcos sin miedo a que se mojen los tenis; voltear hacia el cielo para ver cómo abren en diagonal las rayitas de agua sobre tu cara. Y si compartes esa alegría con niños, se multiplica.

 

        Efectivamente es una imprudencia mojarse y buscarse una gripa especialmente ahora, pero es muy rico cuando la vida te sorprende y te echa un balde de agua encima y lo sabes disfrutar.  


Notas del alma

Ya nadie canta bajo la lluvia, pero dejamos un poema para leer en una tarde de lluvia y café.

 

 La lluvia
Jorge Luis Borges

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto

Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

 

Comentarios

  1. Mi querida Lets en verdad es una delicia leerte... Conocerte más allá de lo que veo. Eres bellísima. Te quiero¡¡¡¡

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Vero querida. Aprendemos unos de la belleza de otros. Yo veo la tuya. Gracias por estar y acompañar mis aventuras por casi 12 años. Eres muy correspondida. No dejes de leer y comentar :)

      Borrar
  2. Tantas historias querida lets , las historias que el mundo necesita y las personas que el mundo necesita ,seguramente nos vienen mas enlodadas épicas ,un placer que seas mi alumna avanzada

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Tantas historias, querido coach... despertaste mi espíritu guerrero y por eso, siempre te voy a estar agradecida. No se me olvida aquella tremenda carrera en la Pila, pisando charcos de lodo a propósito. Fue padrísimo y después, muy sufridor :) ¡Que vengan más enlodadas épicas!

      Borrar
  3. Sabes q ame de esta historia, que dijiste q es tan importante recordar como disfrutabamos la lluvia de niños y q cuando crecimos nos preocupamos x tanta tontera q dejamos de disfrutar. La lluvia es lo máximo, pero lo es más sacar a la niña interior a q se la pase maravilloso, xq eso es la vida disfrutar, no contener, ni guardar apariencias. Deja q lo logre y pronto me llenare de lodo con el gusto del mundo!!! Gracias x compartir y recordarlo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Creo que tú y yo hemos entrenado muchas veces juntas bajo la lluvia. Seguramente algunas veces más contentas que otras, porque no siempre es cómodo, pero sí que es diferente y le pone ese toque de nostalgia de la infancia. Pronto, amiga, pronto nos vamos a correr a la montaña lodosa otra vez. Te quiero

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Los cambios AC-DC

Mi encuentro con el virus (Parte 2)

Un sueño: estampa de vida