Cuándo, cuándo, cuándo
Ahora sí, creo que no soy la única que siente que se le viene el techo encima. Llegó el 1 de julio y por lo visto algunos ya estaban con los tenis puestos, detrás de la puerta, para salir corriendo a “vivir la nueva normalidad”. Pero salieron como desbocados a las calles y se les olvidó que hace meses muchos no manejaban. ¡Se notó!
Hoy fui a la calle y de verdad fue muy notorio el despiste. Qué cosa, todos echos bolas en los coches, unos encima de otros, como aprendiendo a manejar. Espero que pronto recuperemos esa habilidad otra vez.
Pero lo realmente fatal son los líos que se está haciendo la gente con la comunicación aquí y allá: entre la información multicolor del gobierno, que de un día para otro deslava el semáforo para que convenientemente se torne anaranjado en ciudades donde el COVID aumenta, y las interpretaciones varias de los establecimientos, que Dios nos agarre confesados.
Voy a poner un ejemplito: clubes deportivos. Pues resulta que les bajaron el castigo para abrir en julio en lugar de septiembre. ¡Qué padre!, dijimos todos los deportistas que ya morimos por regresar a inmolarnos en las pesas y a ahogarnos en las albercas, pero ni tanto, porque por lo que han compartido amigos de diferentes centros deportivos es mucho rollo y poca información. Se ve que juntaron a todos los dueños de clubes en una asociación, les dieron un papelito y luego cada uno se fue a ponerle su membrete y tres reglas más para que parezca que ellos lo escribieron.
Claro, como los comunicados están tan genéricos, nadie sabe muy bien cuándo se abren ciertas instalaciones, cómo reservar el lugar, por cuánto tiempo, cómo se van a usar las albercas (específicamente), si hay que llevar toalla o no, etc. Creo que lo mejorcito que vi fue un video del Libanés, que tienen una app, pero hay que ver si funciona en la práctica y no se les viene abajo el telón.
En otros gimnasios, como en el mío, que es el Sport City, ni siquiera se ha aventurado a mandar comunicación; solo nos han enviado una encuesta. Pero sí sabemos por amigos que ya están cerrando algunos locales.
Cuándo, cuándo, cuándo...
La falta de información no es privativa de los gimnasios. ¿Ya sabes cuándo abre tu estética y cómo va a operar? ¿Tienes citas médicas pendientes? ¿Y tu dentista? ¿Cuánto tiempo vas a esperar para ir a la limpieza dental? ¿Ya regresó a casa la persona que te ayuda? ¿Pagarás por servicios profesionales de limpieza? ¿Tienes hijos que iban al curso de verano? Supongo que habrá más de uno que te querrá cobrar curso de verano en líneas. Pobres criaturas.
En mi casa urge que revisen unas fisuras del temblor y que se haga mantenimiento a algunas cosas que no van a aguantar mucho. ¿Llamo a los trabajadores? ¿Los desinfecto toscamente con Lysol antes de entrar? ¿O cuántos meses más vamos a tener que esperar?
Estoy echa bolas, como diría ese clásico. Me estoy cuidando, pero ¡cuándo, cuándo, cuándo! Y si los negocios no nos comunican bien qué medidas de seguridad están tomando, con qué protegen a los clientes y con qué están desinfectando las instalaciones o cómo se protegen las personas para ofrecer servicios, estamos fritos con la confianza. ¿Necesitan una mano en comunicación? Yo me ofrezco para ayudar. Chamba no me sobra.
Notas del alma
Todo mundo habla de la comunicación, pero de verdad que es un arte; se requiere no solo técnica, sino inteligencia y sentido común. Basta leer o escuchar con atención la cantidad de mensajes que nos rodean para darse cuenta de que mucha de la información que recibimos carece de estos atributos. Pero mientras paguen cacahuates por hacerla, recibirán cacahuates.
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